24 Horas / Casitas Maraika - Puerto Vallarta
- Bryan Ramirez
- 29 ene 2018
- 2 Min. de lectura
Actualizado: 26 feb 2018
En algunas ocasiones el gusto y la aventura nos hacen realizar muchas cosas como solamente prepara una mochila y partir hacia la terminal de camiones rumbo a destinos nuevos por descubrir.
Algo así sucedió hace un par de años (2016), un día habitual donde quizá estaba haciendo lo de siempre hasta que un mensaje de una gran amiga queriendo que fuéramos a un lugar conocido como Casitas Maraika a ver a Siddhartha músico y una de las mejores personas que hemos tenido la fortuna de conocer, a lo que mi afición y las ganas de viajar me hicieron aceptar.
Partíamos hacia un lugar donde ninguno de nosotros sabía como llegar, sin embargo el recorrer mas de 300km, varios camiones y un viaje en lancha valió totalmente la pena, pero antes partir a lo que sería nuestro destino en sí, decidimos descansar un poco en las cercanías de la playa cerca del malecón (playa horrible por cierto) mientras tomábamos unos tragos de whisky y pláticas a las 10 de la mañana, un par de horas después era momento de ir hacia Maraika.

Al llegar nos recibieron algunas personas dándonos la bienvenida así como una cámara de vídeo que nos filmaba al momento de nuestra llegada cuales viajeros náufragos con nuestras mochilas estorbosas y suéteres a nuestro alrededor.
El estar ahí fue un momento acogedor, una isla privada, agua cristalina, un clima absolutamente agradable acompañado de botana y platicas amenas esperando la presentación de Siddhartha, que, a decir verdad, solamente habíamos ido para eso, sólo 24 horas en Puerto Vallarta, un viaje muy pesado, sin embargo una experiencia mas a la lista.
Las horas pasaban y el momento cada vez se acercaba, el sol comenzaba a bajar su intensidad y las no mas de 60 personas que tuvimos la fortuna de asistir estaban preparadas bajo las sombrillas y sobre las piedras que la isla situó para escuchar este singular evento.

Un momento de aprox. 1 hora bajo melodías acústicas, excelente compañía y una cubeta de cervezas de cortesía que apareció a un lado de nosotros hacía que ese viaje improvisado tuviera un sentido en particular que se aprovechó de la mejor manera posible a pesar de que solo estábamos de entrada por salida.
Terminando los últimos acordes y a la par de la puesta de sol era la señal que ya debíamos partir hacia la ciudad, era momento de abordar la lancha que nos llevaría a otro extremo para tomar un camino de 40 minutos seguido de el regreso de 5 horas hacia Guadalajara, pesado? si lo fue, sin embargo a pesar de estar totalmente agotados y con ganas de estar en casa, nos fuimos con una gran sonrisa y satisfechos por este viaje, corto... pero ÚNICO
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